La figura de la Dama de la Justicia, conocida en la tradición grecorromana como Iustitia o Justitia, ha acompañado el desarrollo jurídico de múltiples civilizaciones durante siglos. En Costa Rica, su adopción simbólica se dio de forma gradual, paralela a la consolidación del Estado costarricense y, especialmente, del Poder Judicial como institución independiente. Aunque su origen no es nacional, la manera en que el país la integró refleja la cultura jurídica costarricense: equilibrada, pacífica y profundamente orientada al respeto de los derechos humanos.
Los primeros antecedentes de su presencia en Costa Rica se remontan a mediados y finales del siglo XIX, una época marcada por la organización del aparato estatal, la creación de códigos y la definición de instituciones fundamentales. La Constitución de 1871, una de las más influyentes en la historia política del país, impulsó la profesionalización del servicio público, incluidos los tribunales. En este contexto, la iconografía internacional empezó a llegar a Costa Rica a través de libros, grabados europeos, sellos oficiales y edificios públicos. No había aún una representación estandarizada, pero la balanza de la justicia y la figura femenina empezaban a aparecer en documentos y ornamentos institucionales.
La Dama de la Justicia llegó acompañada de tres atributos clásicos:
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La balanza, que simboliza el peso equilibrado de las pruebas y la obligación de decidir conforme a derecho.
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La espada, representación del poder coercitivo del Estado para ejecutar decisiones.
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La venda en los ojos, metáfora de la imparcialidad y la ausencia de favoritismo.
Curiosamente, en Costa Rica no siempre se adoptó la venda. Muchas representaciones locales prefirieron una Dama consciente, vigilante, reflejando la idea tica de que la justicia no es ciega ante la realidad social, sino responsable de proteger a los más vulnerables.
A inicios del siglo XX, con el fortalecimiento institucional y la construcción de edificios judiciales más formales, la iconografía jurídica empezó a multiplicarse. Es aquí donde la Dama de la Justicia comenzó a aparecer de manera más consistente en escudos, frontispicios de tribunales, murales y publicaciones oficiales. La consolidación definitiva del símbolo llegó con la Constitución de 1949, que declaró explícitamente la independencia del Poder Judicial, fortaleció su presupuesto y lo situó como uno de los pilares democráticos del país. Desde entonces, la Dama de la Justicia se convirtió en una representación visual de ese compromiso.
En Costa Rica, la figura adquirió un matiz particular. Mientras en otras naciones la iconografía puede verse rígida o agresiva, aquí tiende a ser más serena, firme y equilibrada. Esta característica refleja la tradición pacífica del país, sin ejército desde 1948, y su enfoque en la mediación, el diálogo y el acceso igualitario a los procesos judiciales. La justicia costarricense busca transmitir estabilidad, garantías procesales y respeto a la dignidad humana; por eso las representaciones gráficas de la Dama suelen ser sobrias, elegantes y sin dramatismo excesivo.
Hoy, su presencia es ubicua: aparece en tribunales, logos del Poder Judicial, materiales de formación para jueces y defensores públicos, campañas de derechos humanos, portadas de sentencias relevantes y hasta en obras de arte contemporáneo inspiradas en la justicia. También la vemos en universidades, bufetes y empresas relacionadas con el sector legal, como un sello cultural de autoridad jurídica.
La Dama de la Justicia en Costa Rica no es solo un adorno simbólico: es un recordatorio histórico del compromiso del país con la democracia, la legalidad y el equilibrio entre el poder estatal y la protección de los derechos ciudadanos. Representa la idea de que la justicia debe ser imparcial, accesible y humana, tres pilares que han guiado la evolución del sistema judicial costarricense durante más de un siglo.
En resumen, su presencia se ha convertido en una especie de juramento visual: la promesa de que, sin importar el tiempo o el contexto, la justicia debe gobernar con equidad y respeto por la dignidad de todas las personas.